sábado, 1 de enero de 2011

En el Tratado de la Reforma del Entendimiento, Spinoza expone la manera de enmendar el entendimiento para que éste pueda conocer de una forma clara y distinta.
Es necesario tener en cuenta que:

-sólo la percepción de la esencia (o causa próxima) es la que garantiza un conocimiento verdadero.
-sólo esta clase de percepción hace que el hombre conozca al objeto no parcialmente sino en su totalidad.

Así pues, partimos de una idea verdadera (que a diferencia de una falsa, que sería "conocimiento mutilado") tiene la capacidad de dar cuenta de la totalidad por medio del conocimiento de las causas (o cto por esencia).

El método más perfecto es el que parte de la idea verdadera del ser perfectísimo, Dios: que es la única substancia existente que consta de infinitos atributos, de los cuales el hombre sólo llega a conocer dos: la extensión y el pensamiento. (Los cuerpos y los pensamientos son dos modos de estos atributos)
El hombre es un modo de los atributos de la substancia (Dios).
Dios es causa eficiente e inmanente (¡no trascendente!) de todas las cosas y en la medida que se produce a sí mismo, produce los atributos y los modos.
El conocimiento de Dios proporciona el conocimiento total de lo existente.
El hombre no tienen ningún privilegio dentro de la naturaleza, él, al igual que todo lo que la conforma está sometido a leyes necesarias. Por tanto, nada queda fuera de la naturaleza -de sus leyes necesarias-, fuera de Dios -de la única substancia-.

¿Cómo llega el hombre a reconocerse parte de la naturaleza?
Tal reconocimiento sólo se genera con el paso de la idea inadecuada a la idea adecuada de Dios, de las cosas existentes y de sí mismo.
El hombre es una efecto de Dios, es decir, es un modo de los atributos de Él.
Sólo con un conocimiento adecuado el hombre llega a conocer la totalidad y a reconocerse como parte de esta.
El error estaría en no reconocer la causalidad de la totalidad. El error nace en el entendimiento, y por ello decíamos al comienzo que es preciso reformarlo.

La virtud para Spinoza residiría en la práctica del conocimiento verdadero, encaminándonos éste al supremo bien -la unión de nuestra mente con Dios-, a la felicidad.

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